
"GOSWINTHA, UNA MUJER EN LA ÉPOCA VISIGODA"
ROSA Mª SERRANO POZUELO
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
La historia de los visigodos, desde su asentamiento en las tierras del Imperio de Occidente hasta la creación del reino de Toledo, puede dividirse en tres períodos claramente definidos. Desde la aceptación del pacto con Roma (418) hasta la muerte del último gran general romano, Aecio (454), los visigodos acantonados en Aquitania son simples soldados al servicio de Roma. A partir del año 454, y de modo oficial desde el 476 al desaparecer el Imperio en Occidente, los visigodos crean su propio reino independiente que se extiende por el norte y sur de los Pirineos y que será destruido en el año 507 tras ser derrotado Alarico II (484-507) por el franco Clodoveo (482- 511) en la batalla de Vouillé. La supervivencia de los visigodos como pueblo fue posible gracias al apoyo del ostrogodo Teodorico el Grande, cuyos generales y funcionarios reorganizaron el ejército, aseguraron el dominio de la costa mediterránea franco-italiana y dirigieron la penetración masiva de los visigodos en la Península, donde en el año 568, se fijará en Toledo la capital del nuevo reino independiente.
GOSWINTHA: Una mujer en la época visigoda.-
En la época visigoda, al igual que en las demás épocas de la Historia, todos los protagonistas son hombres; pero las mujeres también tuvieron su importancia, en las pocas facetas que las dejaban desarrollar. En el período histórico que nos ocupa, su labor consistía en actuar como asesoras de sus propios maridos, cuando éstos ocupaban un lugar relevante en la vida pública; como instigadoras, como prenda a través del matrimonio, para sellar una alianza,… pero la actividad principal de todas ellas, independientemente de su estatus social, era la de ejercer como madres y esposas. Por ello resulta más excepcional, si cabe, el caso de nuestra protagonista, Goswintha, que debido a su inteligencia, fuerte carácter y enérgica personalidad, obtuvo un gran poder; gobernando con mano de hierro y mostrando una crueldad “impropia” de una mujer de su época.
No se puede precisar con exactitud la fecha exacta del nacimiento de Goswintha, hacia el año 525 ó 530, en el seno de una familia de la aristocracia visigoda. Era partidaria de la religión arriana, por cuyo rito se casó con Atanagildo, un magnate de la más elevada nobleza visigoda, que reivindicó su derecho a reinar sobre los godos españoles, tras la muerte de Theudiselo, uno de los últimos reyes arrianos. Tras el asesinato de éste último, fue nombrado rey Agila, quien reinó durante tres escasos años; ya que cuando intentó imponer su autoridad en una región tan romanizada y que gozaba de tan notable autonomía política, Atanagildo, encabezó un levantamiento en su contra en Sevilla, que desencadenó una guerra civil, en la que tuvieron que intervenir los soldados bizantinos de Justiniano, y que acabó con el asesinato de Agila, por parte de los godos, para evitar que las tropas bizantinas se apoderasen de España. Se sospecha que Goswintha fue la responsable de éste asesinato y, consecuentemente, del ascenso al trono de su marido, Atanagildo; considerado el fundador de la monarquía toledana ya que, cuando fue nombrado rey, trasladó la corte a Toledo. Ciudad que desde entonces comenzó a considerarse capital y residencia de la Corte.
Goswintha y Atanagildo tenían dos hijas, Gailswintha y Brunekilda. Ésta última se casó con Sigeberto I de Austrasia, tras abjurar del arrianismo y convertirse a la fe católica, que era la de su marido. Tuvo que marcharse a su nueva residencia, llevando con ella un valioso ajuar.
La hija mayor de Goswintha, Gailswintha, se casó posteriormente con Chilperico, rey de Neustria y uno de los hermanos de Sigeberto. Su nuevo esposo se comprometió a abandonar a todas las mujeres que compartían su vida; promesa que, como era de esperar, jamás cumplió. Convirtiendo la vida de su joven esposa en un auténtico infierno, que la llevó a una muerte prematura, siendo asesinada por uno de sus servidores, bajo el mandato de su esposo, Chilperico.
Poco después, Chilperico se casó con su amante, Fredegunda, que fue la instigadora del asesinato de la princesa, hija de Goswintha. Aquí podemos ver el gran poder que una mujer podía ejercer sobre un hombre, para conseguir sus propios fines.
Un poeta de la época, conocido con el nombre de Venancio Fortunato, tras conocer el desenlace de la joven princesa, puso en labios de Goswintha el siguiente poema:
“Hispania, tan ancha para tus moradores, eres angosta para la madre;
desde que mi hija está ausente, la tierra resulta estrecha para mí;
sin ti – hija mía – me sentiré aquí errante y extranjera;
y en la propia patria seré a la vez ciudadana y proscrita.”
“Si nuestra luz ya se extinguió, si murió nuestra hija,
¿Por qué, para derramar lágrimas, me retienes aún, vida enemiga?
Erraste en demasía, muerte implacable: cuando debieras haberte
llevado a la madre, fue la hija a quien arrebataste.” 1
1 www.El rincón de Leodegundia
A pesar del dramatismo de estas palabras, hay quien afirma que no era tan profundo el dolor que Goswintha sentía por la muerte de su hija, ya que en ningún momento descendió su interés por la vida y el poder político.
Poco después, Goswintha tuvo que enfrentarse a una nueva pérdida, en éste caso la de su marido, Atanagildo; que falleció en Toledo sin dejar descendencia masculina, por lo que se produjo una feroz lucha por ocupar su puesto. Lo que dio lugar a que el trono estuviera vacante durante cinco meses. El sucesor de Atanagildo fue Liuva, duque de la provincia de Septimania y gobernador de la Galia, y que no tenía intención de abandonarla para ocuparse de Hispania, por ello, consiguió que su hermano Leovigildo se hiciese cargo del trono. Éste, para conseguir asentarse en el poder con más firmeza, necesitaba aliarse con la aristocracia, por lo que se casó con Goswintha, forjando de éste modo la alianza. Goswintha, a través de éste enlace, siguió siendo reina y amplió paulatinamente su poder, consiguiendo incluso unas buenas relaciones con
la Francia merovingia, a pesar de su odio a la fe católica, pues ella era arriana acérrima. Lo que la llevó a ser la causante de las persecuciones de que fueron objeto los católicos en España, durante el reinado de su marido, Leovigildo.
Pero no quedó ahí su poder e influencia sobre Leovigildo pues, como vemos posteriormente, también decidió el destino de los hijos de su marido, Hermenegildo y Recaredo. A quienes su padre asoció al trono en el año 573, nombrándoles “consortes regni”.
Goswintha decidió que el mayor de ellos, Hermenegildo, debía contraer matrimonio en breve, eligiendo para él como esposa a su propia nieta, Ingunda, hija de Sigeberto y Brunekhilda.
Ingunda llegó a Toledo hacia el año 579, siendo recibida por su abuela muy afectuosamente. Éste momento de felicidad duró muy poco, porque pronto surgieron los enfrentamientos entre abuela y nieta, por motivos religiosos, ya que Ingunda era profundamente católica; en la misma medida que Goswintha era arriana. Ingunda había heredado el férreo carácter de su abuela, por lo que se
negó rotundamente a la propuesta hecha por Goswintha de abjurar de su fe, para abrazar la de su nuevo marido, como era la tradición. Provocando de nuevo las iras de su abuela.
Goswintha, como era de esperar dado su carácter e intolerancia, se decidió a “convencer” a su nieta por la fuerza. Tal fue el enfrentamiento entre las dos, que los cronistas de la época se hicieron eco de éstos hechos narrándolos con todo detalle en sus escritos. Tal es el caso de Juan de Bíclaro y del franco Gregorio de Tours, que narra el episodio de ésta forma:
la Francia merovingia, a pesar de su odio a la fe católica, pues ella era arriana acérrima. Lo que la llevó a ser la causante de las persecuciones de que fueron objeto los católicos en España, durante el reinado de su marido, Leovigildo.
Pero no quedó ahí su poder e influencia sobre Leovigildo pues, como vemos posteriormente, también decidió el destino de los hijos de su marido, Hermenegildo y Recaredo. A quienes su padre asoció al trono en el año 573, nombrándoles “consortes regni”.
Goswintha decidió que el mayor de ellos, Hermenegildo, debía contraer matrimonio en breve, eligiendo para él como esposa a su propia nieta, Ingunda, hija de Sigeberto y Brunekhilda.
Ingunda llegó a Toledo hacia el año 579, siendo recibida por su abuela muy afectuosamente. Éste momento de felicidad duró muy poco, porque pronto surgieron los enfrentamientos entre abuela y nieta, por motivos religiosos, ya que Ingunda era profundamente católica; en la misma medida que Goswintha era arriana. Ingunda había heredado el férreo carácter de su abuela, por lo que se
negó rotundamente a la propuesta hecha por Goswintha de abjurar de su fe, para abrazar la de su nuevo marido, como era la tradición. Provocando de nuevo las iras de su abuela.
Goswintha, como era de esperar dado su carácter e intolerancia, se decidió a “convencer” a su nieta por la fuerza. Tal fue el enfrentamiento entre las dos, que los cronistas de la época se hicieron eco de éstos hechos narrándolos con todo detalle en sus escritos. Tal es el caso de Juan de Bíclaro y del franco Gregorio de Tours, que narra el episodio de ésta forma:
“Cogió a su nieta por la cabellera, la echó a tierra y la pateó y golpeó hasta dejarla cubierta de sangre. Entonces mandó que la arrojasen a la piscina bautismal arriana, pero en medio de tan brutal paliza, Ingunda se mantuvo íntegra en su fidelidad a su religión”2.
Como la situación entre nieta y abuela era ya insostenible, tras la boda de Hermenegildo e Ingunda, Leovigildo decidió que la joven pareja fuera a vivir a Sevilla, para evitar más enfrentamientos. Ésta decisión, trajo consecuencias inesperadas para Leovigildo, pues su hijo, Hermenegildo, abrazó la fe católica y se rebeló contra él, nombrándose rey de los territorios del mediodía, que después de su traslado a Sevilla, se encontraban bajo sus dominios. Esto produjo una guerra que duró cinco años, y que condujo a Hermenegildo a la prisión de Tarragona, donde murió a manos de Sisberto, su carcelero.
Tras la pérdida de su marido, Ingunda decidió marcharse, junto a su hijo, a las tierras de la provincia bizantina que el Imperio de Oriente tenía en la Península Ibérica. Desde allí, viajaría hacia Constantinopla, muriendo a lo largo de la travesía. Su hijo sí llegó a la corte imperial, pero su rastro se perdió, a pesar de ser reclamado por su abuela materna.
Leovigildo, con el fin de conmemorar la consolidación del poder real y el éxito del Estado visigodo de Toledo funda, en el año 578 d.C., en honor a su hijo Recaredo, la ciudad de Recópolis, en la actual provincia de Guadalajara, que se convertiría en uno de los centros urbanos de mayor pujanza económica del occidente europeo, en la época altomedieval.
Tras estos acontecimientos, muere Leovigildo, en el año 586, volviendo a dejar viuda a Goswintha, quien siguió luchando por el gran poder político que había conseguido, pactando incluso con Recaredo un convenio que consistía en que éste reconocería a Goswintha como madre, y se comprometía a seguir sus consejos en los temas concernientes a la política.
Goswintha, haciendo gala una vez más de sus artimañas para conseguir sus objetivos políticos, planeó la boda de Recaredo con Clodosina (también conocida como Chodoswintha), hermana de su otra nieta Ingunda. Ésta boda no se llevó a cabo, pues Gontran, el patriarca de los merovingios, no estaba de acuerdo con mandar a Clodosina al lugar donde su hermana había encontrado la muerte.
Recaredo se convirtió al catolicismo, y se propuso extender la fe católica por todo el reino, a pesar de la clara oposición de Goswintha, quien aprovechó cualquier revuelta de los arrianos contra Recaredo, para mezclarse con ella y demostrar de éste modo su descontento ante tal decisión.
Posteriormente, y a pesar de su ya avanzada edad, Goswintha se puso de acuerdo con un antiguo obispo arriano, Uldida, para conspirar contra Recaredo, pero fueron descubiertos, desterrando a tal obispo y acabando finalmente con Goswintha; a pesar de que no se sabe con certeza si fue un asesinato o simplemente se suicidó.
Juan de Bíclaro narra el “supuesto” asesinato de Goswintha de la siguiente forma: “que la anciana reina, siempre enemiga de los católicos, llegó al fin de sus días”.4
3 Olmo Enciso, Lauro: (guía exposición) “Un paseo por la ciudad visigoda de Recópolis”
4 www.El rincón de Leodegundia
CONCLUSIÓN
Éste relato de la vida de Goswintha pretende mostrar que, a pesar de las muchas limitaciones y los cánones impuestos por el género masculino a las mujeres de ésta época, y de tantas otras, también existen inusuales casos, que por no estar documentados no resultan menos importantes, en los que la inteligencia, astucia y determinación de algunas féminas, superan con creces las expectativas que se tenían sobre ellas, consiguiendo sus objetivos de una forma tan sagaz que no representaba una clara amenaza para aquellos hombres que detentaban el poder.
Goswintha consiguió alejarse de la sumisión y dominación de que eran objeto el resto de las mujeres de su época, interviniendo de una forma activa en todas las intrigas que a su alrededor se suscitaron, directamente relacionadas con la transmisión del poder y del patrimonio familiar.
Goswintha consiguió alejarse de la sumisión y dominación de que eran objeto el resto de las mujeres de su época, interviniendo de una forma activa en todas las intrigas que a su alrededor se suscitaron, directamente relacionadas con la transmisión del poder y del patrimonio familiar.
Ésta heroica e inusual actitud, sirvió como ejemplo a su hija Brunekilda (esposa de SigibertoI y reina de una parte de la Galia) quien, siguiendo los pasos de su madre, ejerció asimismo una gran influencia en el devenir histórico del poder visigodo, tras la caída del Imperio Romano.