martes, 14 de octubre de 2008

"GOSWINTHA, UNA MUJER EN LA ÉPOCA VISIGODA", por R. Serrano Pozuelo



"GOSWINTHA, UNA MUJER EN LA ÉPOCA VISIGODA"
ROSA Mª SERRANO POZUELO





ANTECEDENTES HISTÓRICOS

La historia de los visigodos, desde su asentamiento en las tierras del Imperio de Occidente hasta la creación del reino de Toledo, puede dividirse en tres períodos claramente definidos. Desde la aceptación del pacto con Roma (418) hasta la muerte del último gran general romano, Aecio (454), los visigodos acantonados en Aquitania son simples soldados al servicio de Roma. A partir del año 454, y de modo oficial desde el 476 al desaparecer el Imperio en Occidente, los visigodos crean su propio reino independiente que se extiende por el norte y sur de los Pirineos y que será destruido en el año 507 tras ser derrotado Alarico II (484-507) por el franco Clodoveo (482- 511) en la batalla de Vouillé. La supervivencia de los visigodos como pueblo fue posible gracias al apoyo del ostrogodo Teodorico el Grande, cuyos generales y funcionarios reorganizaron el ejército, aseguraron el dominio de la costa mediterránea franco-italiana y dirigieron la penetración masiva de los visigodos en la Península, donde en el año 568, se fijará en Toledo la capital del nuevo reino independiente.


GOSWINTHA: Una mujer en la época visigoda.-

En la época visigoda, al igual que en las demás épocas de la Historia, todos los protagonistas son hombres; pero las mujeres también tuvieron su importancia, en las pocas facetas que las dejaban desarrollar. En el período histórico que nos ocupa, su labor consistía en actuar como asesoras de sus propios maridos, cuando éstos ocupaban un lugar relevante en la vida pública; como instigadoras, como prenda a través del matrimonio, para sellar una alianza,… pero la actividad principal de todas ellas, independientemente de su estatus social, era la de ejercer como madres y esposas. Por ello resulta más excepcional, si cabe, el caso de nuestra protagonista, Goswintha, que debido a su inteligencia, fuerte carácter y enérgica personalidad, obtuvo un gran poder; gobernando con mano de hierro y mostrando una crueldad “impropia” de una mujer de su época.
No se puede precisar con exactitud la fecha exacta del nacimiento de Goswintha, hacia el año 525 ó 530, en el seno de una familia de la aristocracia visigoda. Era partidaria de la religión arriana, por cuyo rito se casó con Atanagildo, un magnate de la más elevada nobleza visigoda, que reivindicó su derecho a reinar sobre los godos españoles, tras la muerte de Theudiselo, uno de los últimos reyes arrianos. Tras el asesinato de éste último, fue nombrado rey Agila, quien reinó durante tres escasos años; ya que cuando intentó imponer su autoridad en una región tan romanizada y que gozaba de tan notable autonomía política, Atanagildo, encabezó un levantamiento en su contra en Sevilla, que desencadenó una guerra civil, en la que tuvieron que intervenir los soldados bizantinos de Justiniano, y que acabó con el asesinato de Agila, por parte de los godos, para evitar que las tropas bizantinas se apoderasen de España. Se sospecha que Goswintha fue la responsable de éste asesinato y, consecuentemente, del ascenso al trono de su marido, Atanagildo; considerado el fundador de la monarquía toledana ya que, cuando fue nombrado rey, trasladó la corte a Toledo. Ciudad que desde entonces comenzó a considerarse capital y residencia de la Corte.
Goswintha y Atanagildo tenían dos hijas, Gailswintha y Brunekilda. Ésta última se casó con Sigeberto I de Austrasia, tras abjurar del arrianismo y convertirse a la fe católica, que era la de su marido. Tuvo que marcharse a su nueva residencia, llevando con ella un valioso ajuar.
La hija mayor de Goswintha, Gailswintha, se casó posteriormente con Chilperico, rey de Neustria y uno de los hermanos de Sigeberto. Su nuevo esposo se comprometió a abandonar a todas las mujeres que compartían su vida; promesa que, como era de esperar, jamás cumplió. Convirtiendo la vida de su joven esposa en un auténtico infierno, que la llevó a una muerte prematura, siendo asesinada por uno de sus servidores, bajo el mandato de su esposo, Chilperico.
Poco después, Chilperico se casó con su amante, Fredegunda, que fue la instigadora del asesinato de la princesa, hija de Goswintha. Aquí podemos ver el gran poder que una mujer podía ejercer sobre un hombre, para conseguir sus propios fines.
Un poeta de la época, conocido con el nombre de Venancio Fortunato, tras conocer el desenlace de la joven princesa, puso en labios de Goswintha el siguiente poema:

“Hispania, tan ancha para tus moradores, eres angosta para la madre;
desde que mi hija está ausente, la tierra resulta estrecha para mí;
sin ti – hija mía – me sentiré aquí errante y extranjera;
y en la propia patria seré a la vez ciudadana y proscrita.”
“Si nuestra luz ya se extinguió, si murió nuestra hija,
¿Por qué, para derramar lágrimas, me retienes aún, vida enemiga?
Erraste en demasía, muerte implacable: cuando debieras haberte
llevado a la madre, fue la hija a quien arrebataste.”
1

1 www.El rincón de Leodegundia

A pesar del dramatismo de estas palabras, hay quien afirma que no era tan profundo el dolor que Goswintha sentía por la muerte de su hija, ya que en ningún momento descendió su interés por la vida y el poder político.
Poco después, Goswintha tuvo que enfrentarse a una nueva pérdida, en éste caso la de su marido, Atanagildo; que falleció en Toledo sin dejar descendencia masculina, por lo que se produjo una feroz lucha por ocupar su puesto. Lo que dio lugar a que el trono estuviera vacante durante cinco meses. El sucesor de Atanagildo fue Liuva, duque de la provincia de Septimania y gobernador de la Galia, y que no tenía intención de abandonarla para ocuparse de Hispania, por ello, consiguió que su hermano Leovigildo se hiciese cargo del trono. Éste, para conseguir asentarse en el poder con más firmeza, necesitaba aliarse con la aristocracia, por lo que se casó con Goswintha, forjando de éste modo la alianza. Goswintha, a través de éste enlace, siguió siendo reina y amplió paulatinamente su poder, consiguiendo incluso unas buenas relaciones con
la Francia merovingia, a pesar de su odio a la fe católica, pues ella era arriana acérrima. Lo que la llevó a ser la causante de las persecuciones de que fueron objeto los católicos en España, durante el reinado de su marido, Leovigildo.
Pero no quedó ahí su poder e influencia sobre Leovigildo pues, como vemos posteriormente, también decidió el destino de los hijos de su marido, Hermenegildo y Recaredo. A quienes su padre asoció al trono en el año 573, nombrándoles “consortes regni”.
Goswintha decidió que el mayor de ellos, Hermenegildo, debía contraer matrimonio en breve, eligiendo para él como esposa a su propia nieta, Ingunda, hija de Sigeberto y Brunekhilda.
Ingunda llegó a Toledo hacia el año 579, siendo recibida por su abuela muy afectuosamente. Éste momento de felicidad duró muy poco, porque pronto surgieron los enfrentamientos entre abuela y nieta, por motivos religiosos, ya que Ingunda era profundamente católica; en la misma medida que Goswintha era arriana. Ingunda había heredado el férreo carácter de su abuela, por lo que se
negó rotundamente a la propuesta hecha por Goswintha de abjurar de su fe, para abrazar la de su nuevo marido, como era la tradición. Provocando de nuevo las iras de su abuela.
Goswintha, como era de esperar dado su carácter e intolerancia, se decidió a “convencer” a su nieta por la fuerza. Tal fue el enfrentamiento entre las dos, que los cronistas de la época se hicieron eco de éstos hechos narrándolos con todo detalle en sus escritos. Tal es el caso de Juan de Bíclaro y del franco Gregorio de Tours, que narra el episodio de ésta forma:

“Cogió a su nieta por la cabellera, la echó a tierra y la pateó y golpeó hasta dejarla cubierta de sangre. Entonces mandó que la arrojasen a la piscina bautismal arriana, pero en medio de tan brutal paliza, Ingunda se mantuvo íntegra en su fidelidad a su religión”2.

Como la situación entre nieta y abuela era ya insostenible, tras la boda de Hermenegildo e Ingunda, Leovigildo decidió que la joven pareja fuera a vivir a Sevilla, para evitar más enfrentamientos. Ésta decisión, trajo consecuencias inesperadas para Leovigildo, pues su hijo, Hermenegildo, abrazó la fe católica y se rebeló contra él, nombrándose rey de los territorios del mediodía, que después de su traslado a Sevilla, se encontraban bajo sus dominios. Esto produjo una guerra que duró cinco años, y que condujo a Hermenegildo a la prisión de Tarragona, donde murió a manos de Sisberto, su carcelero.
Tras la pérdida de su marido, Ingunda decidió marcharse, junto a su hijo, a las tierras de la provincia bizantina que el Imperio de Oriente tenía en la Península Ibérica. Desde allí, viajaría hacia Constantinopla, muriendo a lo largo de la travesía. Su hijo sí llegó a la corte imperial, pero su rastro se perdió, a pesar de ser reclamado por su abuela materna.
Leovigildo, con el fin de conmemorar la consolidación del poder real y el éxito del Estado visigodo de Toledo funda, en el año 578 d.C., en honor a su hijo Recaredo, la ciudad de Recópolis, en la actual provincia de Guadalajara, que se convertiría en uno de los centros urbanos de mayor pujanza económica del occidente europeo, en la época altomedieval.
Tras estos acontecimientos, muere Leovigildo, en el año 586, volviendo a dejar viuda a Goswintha, quien siguió luchando por el gran poder político que había conseguido, pactando incluso con Recaredo un convenio que consistía en que éste reconocería a Goswintha como madre, y se comprometía a seguir sus consejos en los temas concernientes a la política.
Goswintha, haciendo gala una vez más de sus artimañas para conseguir sus objetivos políticos, planeó la boda de Recaredo con Clodosina (también conocida como Chodoswintha), hermana de su otra nieta Ingunda. Ésta boda no se llevó a cabo, pues Gontran, el patriarca de los merovingios, no estaba de acuerdo con mandar a Clodosina al lugar donde su hermana había encontrado la muerte.
Recaredo se convirtió al catolicismo, y se propuso extender la fe católica por todo el reino, a pesar de la clara oposición de Goswintha, quien aprovechó cualquier revuelta de los arrianos contra Recaredo, para mezclarse con ella y demostrar de éste modo su descontento ante tal decisión.
Posteriormente, y a pesar de su ya avanzada edad, Goswintha se puso de acuerdo con un antiguo obispo arriano, Uldida, para conspirar contra Recaredo, pero fueron descubiertos, desterrando a tal obispo y acabando finalmente con Goswintha; a pesar de que no se sabe con certeza si fue un asesinato o simplemente se suicidó.
Juan de Bíclaro narra el “supuesto” asesinato de Goswintha de la siguiente forma: “que la anciana reina, siempre enemiga de los católicos, llegó al fin de sus días”.4

3 Olmo Enciso, Lauro: (guía exposición) “Un paseo por la ciudad visigoda de Recópolis”
4 www.El rincón de Leodegundia

CONCLUSIÓN
Éste relato de la vida de Goswintha pretende mostrar que, a pesar de las muchas limitaciones y los cánones impuestos por el género masculino a las mujeres de ésta época, y de tantas otras, también existen inusuales casos, que por no estar documentados no resultan menos importantes, en los que la inteligencia, astucia y determinación de algunas féminas, superan con creces las expectativas que se tenían sobre ellas, consiguiendo sus objetivos de una forma tan sagaz que no representaba una clara amenaza para aquellos hombres que detentaban el poder.
Goswintha consiguió alejarse de la sumisión y dominación de que eran objeto el resto de las mujeres de su época, interviniendo de una forma activa en todas las intrigas que a su alrededor se suscitaron, directamente relacionadas con la transmisión del poder y del patrimonio familiar.
Ésta heroica e inusual actitud, sirvió como ejemplo a su hija Brunekilda (esposa de SigibertoI y reina de una parte de la Galia) quien, siguiendo los pasos de su madre, ejerció asimismo una gran influencia en el devenir histórico del poder visigodo, tras la caída del Imperio Romano.

"PRIMEROS GRAFFITIS ESTUDIANTILES EN EL RECTORADO DE LA UNIVERSIDAD DE ALCALÁ" (SS. XVI-XVIII), por R. Serrano Pozuelo


“PRIMEROS GRAFFITIS ESTUDIANTILES
EN EL RECTORADO DE LA UNIVERSIDAD DE ALCALÁ”
(SS. XVI – XVIII)

Rosa Mª Serrano Pozuelo


ÍNDICE
1. Introducción
2. Antecedentes históricos del Colegio Mayor de S. Ildefonso
3. Peculiaridades de la vida académica de los Colegiales y Capellanes del Colegio Mayor de San Ildefonso
3.1.Colegiales
3.2.Capellanes
4. Planes de estudio en las licenciaturas de Artes y Teología
4.1.Facultad de Artes
4.2.Facultad de Teología
5. Ceremonia de investidura de los nuevos Doctores
6. Graffitis en el Rectorado de la Universidad de Alcalá (SS. XVI-XVIII)
6.1.Colegiales
6.2.Capellanes
Conclusión
Bibliografía


INTRODUCCIÓN

El acto de vincular unas inscripciones talladas en piedra con los nombres de sus supuestos autores no está exento de riesgos y siempre entraña una gran dificultad, puesto que la superficie sobre la que han sido esculpidas no es completamente lisa y cualquier fisura o desgaste producido por el paso del tiempo nos puede sugerir formas similares a las letras de nuestro alfabeto.
En el caso que nos ocupa, para la identificación y datación de las inscripciones objeto de mi estudio he recurrido al “Catalogo biográfico de Colegiales y Capellanes del Colegio Mayor de S. Ildefonso de la Universidad de Alcalá (1508-1786)”, de L. M. Gutiérrez Torrecilla; considerando a todos aquellos nombres que no aparecían en dicho libro posteriores al siglo XVIII. Quedando supeditado a este hecho, y a la toma de datos complementaria, el rigor científico de mi investigación.
Tampoco hay que olvidar la dificultad añadida que supone la forma arbitraria en la utilización de las letras, en su mayoría de estilo humanístico, superponiendo muchas de ellas, quedando insertadas unas dentro de otras o mezclando mayúsculas y minúsculas, lo que hacía más ardua su lectura e interpretación.
Muchos de los nombres inscritos en los alféizares de las ventanas de la fachada del Rectorado, coinciden con los hallados en el mencionado catálogo, pero otros en cambio estaban constituidos tan solo por letras aisladas, iniciales o incisiones inconexas, que han debido quedarse en una mera hipótesis por falta de datos concluyentes. Por este motivo su trascripción aparece entre signos de interrogación, para evitar caer en la identificación categórica de los mismos.


2. Antecedentes históricos del Colegio Mayor de San Ildefonso.

Desde 1293 Alcalá de Henares contaba con un Estudio General aprobado por el rey castellano-leonés Sancho IV “El Bravo”. Pero, realmente, el Colegio de S. Ildefonso fue fundado en 1499 por Francisco Jiménez de Cisneros, arzobispo de Toledo, con autorización del Papa Alejandro VI.
No obstante debemos tener en cuenta que los orígenes constructivos de tan insigne edificio se remontan al año 1498, cuando el Cardenal Cisneros manda a Roma la suplicación para poder erigir una Universidad en la ciudad de Alcalá de Henares. El Papa Alejandro VI acepta tal petición y, mediante una Bula fechada el 13 de abril de 1499, autoriza a Cisneros a comenzar las obras del Colegio y Universidad.1

1 AHN Leg. 2 Carpeta 4 nº 2


Con el Fuero Nuevo de Alcalá (1509) Cisneros reforzó su idea de Universidad, cuyo objetivo principal era formar administradores para la Iglesia y el Imperio. En ésta línea, la Biblia Políglota Complutense (1514-1517) muestra el tipo de trabajo universitario que comenzó a desarrollarse, y puso los cimientos del análisis lingüístico moderno. Asimismo, la Gramática de la Lengua Castellana de Antonio de Nebrija (1441-1522), sirvió de modelo para las gramáticas de lenguas europeas y americanas, culminando el trabajo que ya se venía gestando en la Universidad de Alcalá.
Las clases universitarias comenzaron el 18 de octubre de 1508, estando presente el Cardenal Cisneros en el desarrollo de las primeras lecciones. Se comenzó con trece cátedras, ampliándose posteriormente hasta veinticinco, desarrollando su educación en treinta y cinco clases que eran impartidas por los más ilustres profesores de Salamanca, París, Bolonia,… El primer Rector de esta Universidad fue Pedro Campos, colegial de San Ildefonso.
En el curso correspondiente al año 1509-1510, en la Universidad funcionaban cinco Facultades: Artes y Filosofía, Teología, Derecho Canónico, Letras y Medicina. Posteriormente, en 1513, el Cardenal Cisneros fundó siete Colegios Menores en Alcalá, con el fin de que el clero regular y secular se formase dentro de una corriente renacentista, por medio de personas capaces de afrontar la nueva reforma eclesiástica para, posteriormente, ocupar los nuevos puestos de funcionarios que requerían los Reinos de España.
Durante siglos, la Universidad de Alcalá se convirtió en un gran referente académico, modelo para otras nuevas universidades que se construyeron en América. Por ella pasaron grandes maestros, entre otros: Antonio de Nebrija, Santo Tomás de Villanueva, San Juan de Ávila, Fray Luis de León, Mateo Alemán, Pedro Calderón de la Barca, Gaspar Melchor de Jovellanos…2
Ya en la primera mitad del siglo XVII Cisneros unió al Colegio Mayor de S. Ildefonso, para su dotación, el Priorato y Monasterio de Santuy, también llamado S. Audito o Santurio, situado en las inmediaciones de Buitrago, con todos sus bienes, derechos y pertenencias. Consecuentemente, la dignidad de prior se anejó al rector del Colegio, llamándose por tanto prior de la Real Casa de Santuy. Este monasterio era de fundación muy antigua, y había servido de retiro al infante D. Sancho, hijo de Alfonso VIII, que murió allí. Luego perteneció a la Orden de Santiago, que lo donó a Cisneros.
“En 1631, la iglesia de San Tuy entrega al Colegio a través del canónigo Pedro de Cabañas, algunos de los bienes, como son: objetos de sacristía, casullas, paños de altar, libros,..”.3
Durante el siglo XVII, el número de alumnos de la Universidad de Alcalá comenzó a disminuir a favor de Madrid, donde la Iglesia creaba Facultades e Instituciones Universitarias inspiradas en las de Alcalá. Pero tras la desamortización de Mendizábal, en 1836, dicha Universidad se trasladó a la madrileña calle de San Bernardo, tomando el nombre de Universidad Central.
Casi un siglo después, en 1970, el Ministro de Educación José Luis Villar Palasí planificó una reforma para la Enseñanza Superior, y la Universidad Central volvió a recibir el nombre de Universidad Complutense, recuperando de nuevo la denominación de su lugar de origen.4

3 ROMÁN PASTOR, C., “Sebastián de la Plaza, alarife de la villa de Alcalá de Henares” (Colección Universitaria. Excmo. Ayto. Alcalá, 1979).
4 www.portalfuenterrebollo
3. Peculiaridades de la vida académica de los Colegiales y Capellanes del Colegio Mayor de San Ildefonso.

3.1. Colegiales.
El Colegio Mayor de San Ildefonso contaba, en sus inicios, con la cantidad de treinta y tres Colegiales, también conocidos con el nombre de Prebendados, que eran considerados el grupo estudiantil más importante y selecto de cuantos moraban en dicho colegio. Con esta actitud elitista por parte del Rector y Consiliarios del Colegio, y el carácter cualitativo de estos Colegiales, se provocaría un desplazamiento social y la formación de una clase que ocuparía posteriormente un lugar preeminente en la “pirámide social de la modernidad.”5
Con respecto a la exhaustiva selección de los Colegiales, que debían ingresar en el Colegio de San Ildefonso, Cisneros deja patente su concepto de Colegial y su voluntad de crear una Universidad especializada en Teología y en aquéllas otras disciplinas que no se estudiaban con la suficiente profundidad en otras universidades, de la siguiente forma: “queremos que el que ha de ser admitido a la prebenda de nuestro Colegio tenga por lo menos veintiséis años, haya oído súmulas y sea completamente lógico y pobre”. “… no puede ser Maestro en Teología, sólo si este es regente en Artes o en Teología; ni Canonista o Médico; ni ser hijo de Alcalá; ni consanguíneo hasta el segundo grado de consaguinidad; ni casado; ni perteneciente o creyente de otra religión”. “… Para que no seamos frustrados en nuestro propósito que hemos procurado fundar el referido Colegio para que en él floreciesen principalmente los estudios de Artes y de Sagrada Teología”.6
5 González Navarro, R.: “Universidad Complutense. Constituciones originales cisnerianas”. Alcalá de
Henares, 1984
6 Ibídem, pág. 91

Cuando un Colegial conseguía ingresar en San Ildefonso, debía acatar las normas de dicho Colegio realizando un juramento a modo de decálogo, del que a continuación paso a transcribir su extracto:

1º. Observaré y haré observar inviolablemente los demás Colegiales y escolares las Constituciones, ordenanzas y estatutos dados por nuestro Señor Francisco Ximénez de Cisneros.

2º. Me ejercitaré fiel y diligentemente en el examen de los que han de ser recibidos en el Colegio.
3º. Aceptaré los oficios y administraciones que se me encomienden.
4º. Conservaré los bienes, frutos y réditos del Colegio y procuraré aumentarlos si pudiera ser.
5º. Observaré la confraternidad asumida con la Colegiata de San Justo y Pastor.
Prestaré patrocinio, junto con dicha Iglesia, al Monasterio y Hospital y casa de hijas de San Juan de la Penitencia.
6º. Aceptaré los oficios de procuración, nunciatura o legación.
7º. Nunca procuraré o haré procurar por otro a favor mío o de otros los manejos contrarios a las Constituciones o Intenciones del Cardenal Cisneros.
8º. A nadie revelaré los secretos del Claustro.
9º. Mientras permanezca en el Colegio estaré a su favor y no prestaré auxilio a quien vaya contra él. Asimismo después de mi salida de él.
10º. Defenderé la dignidad, honor, favor, utilidad y prosperidad del Colegio y Universidad y de la Ciudad misma según mis fuerzas, en cualquier estado al que llegue y de cualquier condición que fuere, y lo procuraré todo el tiempo de mi vida.7

Cuando se producía una vacante entre los Colegiales, era el Rector quien se encargaba de buscar a otro estudiante que reuniera las condiciones precisas. Para ello, anunciaba tal situación en el comedor del Colegio o enviaba cartas a otras universidades para informar de la disponibilidad de dicha plaza. Pasado un mes de haber quedado desierta la plaza, se elegía al nuevo aspirante, por medio de la votación del Claustro, previo estudio de la vida, costumbres y conocimientos del mismo. Sin olvidar que, dentro de esta minuciosa selección, tenían preferencia aquellos aspirantes que fuesen estudiantes de Teología o Artes, miembros del Colegio en sus diversas categorías (Capellán, Porcionista, Camerista,…) y que perteneciesen a la diócesis de Toledo. Por otra parte, en las Constituciones, no se hace una clara referencia al estatuto de limpieza de sangre que, sin lugar a dudas, también debía ser necesario para ingresar en el
Colegio.

Su estancia en el Colegio duraba ocho años, en régimen de internado, similar a un Seminario (pues los estudiantes sólo podían salir del Colegio con el permiso del Rector y acompañados de otro Colegial, que le hubieran asignado). Este tiempo se estimaba suficiente para que los Colegiales terminasen sus respectivos estudios.

3.2. Capellanes.
Según las Constituciones, había doce capellanes, sin voz, en el Claustro “para que mejor puedan dedicarse a los divinos oficios y las demás cosas que a ellos pertenecen”.8
El régimen de estancia en el Colegio de los Capellanes Mayores y su vestimenta, eran similares a las de los Colegiales, distinguiéndose ambos del resto de estudiantes. A pesar del carácter de uniformidad en la vestimenta de todos ellos, que incluía asimismo el peinado y el arreglo de la barba.
Todos los capellanes debían ser sacerdotes seculares “honestísimos en vidas y costumbres, hábiles y bien instruidos en el ministerio del altar y en los demás oficios divinos… sean también medianamente introducidos en las letras, no sean elegidos si no son al menos sumulistas”.9 Además de la misión puramente sacerdotal de los capellanes, también debían intervenir en la administración de los sacramentos a los habitantes del Colegio, celebrar diariamente misa con canto, a primera hora de la mañana, ejercer el puesto de Sacristán Mayor, cuya labor consistía en atender y custodiar los objetos que pertenecían a la Capilla de San Ildefonso, administrar la
Hacienda del Colegio, hacerse cargo de las obras realizadas en el Colegio y cuidar a los enfermos que estuviesen en la enfermería del Colegio, avisando al médico y enfermeros cuando fuese necesario.
Cisneros situó a los Capellanes Mayores entre los Colegiales y habitantes del Colegio, con el fin de cubrir las posibles necesidades espirituales de todos ellos. A diferencia de los Capellanes menores, que tenían sus estancias junto a la Sacristía. Por ello, las dimensiones de las habitaciones de dichos Capellanes Mayores eran más espaciosas que las del resto de Colegiales, para que pudieran atender a aquellos que necesitasen sus servicios en su propio cuarto.

4. Planes de estudio en las licenciaturas de Artes y Teología.

4.1. Facultad de Artes.

1er año  Se estudiaban las Súmulas Logicales de Pedro Hispano o de otro doctor.
2º año  Los Predicables de Porfirio. Los Predicamentos de Aristóteles. Los dos libros de Perihermenias, dos de los primeros y dos de los últimos. Cuatro de los Tópicos y dos de los Elencos.
3º año  La Filosofía Natural de Aristóteles (ocho libros de los físicos, tres del cielo y del mundo, dos de la generación y corrupción, tres de los meteoros, tres libros de ánima y cuatro libros de la parva naturalia (sensu et sensato, del sueño y la vigilia, de la memoria y la reminiscencia, y de la longitud y brevedad de la vida).
4º año  Los doce libros de Metafísica de Aristóteles. El tratado de la esfera. La aritmética pequeña. La Geometría de Tomás Bravardini y la Perspectiva común del Arzobispo Canturiense.10

Las clases se impartían en horario partido, dedicándoles dos horas por la mañana y una por la tarde, a la lectura de las materias que correspondían a cada curso, más un tiempo de preguntas y respuestas, en el que obligatoriamente debía estar presente el regente de Súmulas.
Finalmente, los estudiantes y regentes, se reunían dos semanas al año para extraer las conclusiones oportunas, por medio de la intervención de tres discípulos: un lógico, un físico y un metafísico.
El tribunal, formado por tres maestros elegidos por el claustro de regentes de la Facultad de Artes, examinaba a los estudiantes de bachiller, en su cuarto año de licenciatura. Estos debían permanecer sentados frente al tribunal, con actitud humilde y la cabeza descubierta, para ser sometidos a una serie de preguntas por parte de los examinadores, relacionadas con las materias estudiadas.
La licenciatura se obtenía cursando las materias propias de los cursos tercero y cuarto del bachillerato en Artes y pasando los dos exámenes, que se realizaban el 24 de junio, conocidos con el nombre de Responsiones mayores y Responsiones menores, en los que los regentes de cada materia realizaba las preguntas oportunas a diversos grupos formados por cinco alumnos cada vez.
El examen final de la licenciatura se realizaba el 7 de diciembre, por el mismo orden que se utilizaba en el de los bachilleres.
La entrega de los títulos se realizaba en una solemne ceremonia, presidida por el Rector, que se celebraba en la Iglesia del Colegio de los Santos Justo y Pastor, que se clausuraba con un elegante discurso por parte del número uno de la lista de aprobados, en el que ensalzaba las ciencias, las artes liberales,… finalizando con su humilde súplica al Canciller, para que éste le otorgue su licencia y a sus compañeros.
La ceremonia de doctorado en Artes, se llevaba a cabo tras ocho días de la consecución de la licenciatura, en la Capilla de San Ildefonso. Pero sólo se hacía de una forma desmesuradamente solemne para el número uno de la promoción que, tras la ceremonia, ocupaba su lugar junto al Rector, Canciller y todos los maestros, para recibir junto a ellos el birrete y los guantes de Doctor.

4.2. Facultad de Teología.

El Decano de ésta Facultad, era el regente más antiguo. Los estudios de bachillerato de ésta licenciatura duraban cuatro años, en los que se estudiaban las siguientes materias:
- Biblia
- Maestro de las Sentencias
- Cátedra de Santo Tomás
- Cátedra de Escoto
- Cátedra de Nominales

Los cursos se impartían a través de clases teóricas diarias, que duraban seis horas, repartidas a lo largo del día (tres horas por la mañana y tres por la tarde), y de ejercicios prácticos semanales, presididos por un regente de Teología, a los que denominaban conclusiones y disputaciones, propuestas y sustentadas por los colegiales y Teólogos que habitaban en el Colegio. Estos cursos finalizaban con una prueba pre-bachiller, en la que se le realizaban preguntas al alumno con el fin de comprobar si estaba preparado para iniciar el bachillerato en Teología.
Transcurridos quince días de la obtención de la licenciatura, el primer licenciado recibía el grado de doctor, y el resto de sus compañeros lo iban recibiendo cada quince días. La ceremonia de Doctorado en Teología era más solemne y complicada que la del magisterio en Artes, pero existían numerosas similitudes en cuanto al ritual.

5. Ceremonia de investidura de los nuevos doctores.

Algunas fuentes afirman que las ceremonias de investidura de los nuevos doctores alcalaínos, al igual que en la Universidad de Salamanca, finalizaban con ostentosos festejos, bailes y corridas de toros. 11 Con la sangre de estos animales, mezclada con almagre, barniz o resina, los recién nombrados doctores escribían su nombre en los muros de una iglesia, colegio mayor o palacio, junto con la palabra vítor (más una C, de la que se desconoce su auténtico significado, interpretándose en ocasiones como una C y en otras como una luna), como reconocimiento a la
consecución de sus estudios.
Además del nombre del estudiante, también podemos observar en estas inscripciones algunos símbolos con plumas, espadas, cruces de órdenes militares de los caballeros graduados, escudos nobiliarios,…. Los pigmentos utilizados para este fin, variaban según la especialidad del nuevo doctor, puesto que cuando era de ciencias, se utilizaba sangre de toro, pero si la especialidad era de letras, los pigmentos utilizados para los vítores eran de origen vegetal, a pesar de que se mantuviera el color rojo en ambos casos.
Según la Real Academia de la Lengua, el término Vítor se define como: “(Del latín víctor, vencedor) interjección de alegría con que se aplaude a una persona o una acción. // m. Función pública en que a uno se le aclama o aplaude una hazaña o acción Gloriosa”. Lo que explica que estas inscripciones se realizasen tras la culminación exitosa de los estudios universitarios; a pesar de que posteriormente se utilizasen con fines políticos.
Como podemos deducir de las anteriores afirmaciones, el origen de los vítores se remonta, al menos en la Universidad de Alcalá, al siglo XVI; época desde la cual sus más destacados estudiantes dejaron constancia de su paso, grabando sus nombres e iniciales en los alféizares internos de las ventanas de la fachada monumental del Rectorado de dicha Universidad Cisneriana.
También hay constancia de esta centenaria tradición universitaria en lugares más modestos, como es el caso de la universidad de Sigüenza y el Colegio-Universidad de Santa Catalina en el Burgo de Osma, en el que este tipo de inscripciones se utilizaron con fines electorales, por parte del candidato colegial Dr. Almansa, que aspiraba a la plaza de Rector de dicha Universidad. En la víspera de la elección Almansa escribió con mayúsculas y repartiendo las letras en cada columna, la siguiente frase: “Almansam rectorem communem asserimus”. Consiguiendo con ésta pintada sus objetivos académicos.12

6. Graffitis en el Rectorado de la Universidad de Alcalá (SS. XVI-XVIII).

Estos graffitis de tipo nominativo, a diferencia de los ejemplos citados anteriormente, no estaban pintados en color rojo sobre la piedra, sino que fueron esculpidos en bajorrelieve sobre la superficie de la misma por los colegiales y capellanes que consiguieron alcanzar el título de doctor, con el fin de dejar constancia de su exitoso paso por la Universidad alcalaína, en sus diferentes etapas históricas.

6.1. COLEGIALES:

S. XVI
- Alastán, Miguel de (1522-1-28). Zaragoza.
Maestro de artes. Canónigo del Pilar de Zaragoza.
- Bernedo, Felipe (1588-10-23). Puente la Reina (Pamplona)
Licenciado.
- Lozano, Baltasar (1567-2-16). Ladrado de Yanguas (Calahorra).
Licenciado. Canónigo magistral de Segovia. AHN Univ. Leg. 525-3, nº 29.
- Martínez, Francisco (1576-10-4). Ceniceros (Calahorra).
Rector de la Universidad (1583-84). Maestro en artes. Catedrático de Durando.
Canónigo de S. Justo. Catedrático de Prima. Obispo de Canarias (1596-1607).
Cartagena (1607-1615) y Jaén (1615-17). Murió en 1617. Díaz Casson, P. (1895), p.
108-113
- Sánchez, Francisco (1546-5-3)
Licenciado en teología. Canónigo de S. Justo y Pastor de Alcalá.
- Sosa, Bartolomé (1596-3). Madrileño (Nullius).
Licenciado. Catedrático de artes y de Durando. Canónigo de S. Justo. Rector
del Colegio de Mena y del Hospital de S. Lucas y S. Nicolás. Canónigo magistral en la
catedral de Toledo. Defendió la pureza de la Virgen, presidiendo la Congregación que
se celebró en 1639. Murió en el colegio (1638?) y fue sepultado donde los rectores.
“Uno de los mayores colegiales que ha habido”. AHN Univ. Leg. 537-4, nº 46.
- Talavera, Juan de (1583-4). Fuentidueña (Toledo).
Rector (1585-86 y 1588-89). Licenciado. Capellán mayor de S. Justo y Pastor.
Murió en concepto de padre de todos los menesterosos. AHN Univ. Leg. 538-1, nº 3.

S. XVII

- Álvarez, Fabián (1647-5-23). Oviedo.
Catedrático de artes. Murió en el colegio antes de tomar posesión. AHN. Univ.
Leg. 510-2 nº 10.
- Cavero, Carlos (1617-10-16). Villamar, priorato de Uclés (Nullius).
Doctor. Fiscal de la Chancillería de Lima, al tercer año de beca. Murió antes de
partir.
- Cervantes, Francisco de (1655-9-16) Consuegra
Capellán menor, ascendió a colegial (1657). Bachiller en artes (1651). Licenciado
y doctor teólogo. Catedrático de artes. Magistral de la Iglesia de Málaga. Canónigo de
Toledo. Canónigo de S. Justo y Pastor. Colegial artista. AHN Univ. Leg. 30-2.
- Riaño y Meneses, Juan Felipe (1675-11-11). Talavera (Toledo).
Licenciado en cánones (1675) por Ávila. Estudió en Valladolid. Catedrático de
Instituto. Oidor de la Audiencia de La Coruña. Oidor de la Chancillería de Granada
(1700). Oidor del Consejo de Órdenes. Caballero de Santiago (1685). AHN Univ. Lib.
1146. AHN OOMM exp. 6949.
- Ríos Gil Atienza, Diego de los (1662-10-14). Ronda (Málaga)
Colegial porcionista. Licenciado en cánones por Osuna. Visitador del Partido
de Alcalá. Oidor del Consejo del Cardenal y canónigo de Toledo. AHN leg. 535-3. nº
19 y lib. 1146.
- Ruiz de Arellano, Francisco (1607-10-16). Tendilla (Toledo)
Maestro en artes. Catedrático de artes al tercer año. Cura de Mesega, al
cuarto; canónigo de S. Justo. Visitador durante muchos años de la Universidad. Murió
en 1657.
- Zambrana Villarroel, Baltasar (1684-3-20). Valladolid.
Catedrático de Instituto, de Código y de Digesto en la Universidad de Valladolid.

S. XVIII

- Río, Angel del (1754-11-4). Lierganes (Burgos)
Colegial de voto. Licenciado en teología. Canónigo doctoral en Sigüenza (1755).
Abad de Alfaro (1760), donde murió. AHN Univ. 1149 F.
- Ríos y Velasco, Luis de los (1759-12-4). Navega (Burgos)
Colegial de voto. Rector (1764-1765). Bachiller en cánones (1755) por
Valladolid. Licenciado por Alcalá. Fiscal de la Audiencia de Sto. Domingo en Indias
(1770). AHN Univ. Lib. 1147 y 1149.

6.2. CAPELLANES:

S. XVI

- Val, Pedro del (1592-10). Villa de Torres (Toledo)
Licenciado en teología. Cura de Torres.
- Zaballos (1593) Burgos.
Capellán mayor. Licenciado en teología. Cura de Sta. María de Alcalá. Murió en el colegio.

S. XVII

- Corona, Diego de (1614-12-13). Sacedón (Cuenca)
Licenciado en teología. Cura de la Ranera.
- Crespo, Francisco (1631-10-17). Pareja (Cuenca)
Licenciado en teología. Secretario de capillas del Colegio. Cura de Cañaveras, que valía 1800 ducados.

S. XVIII

- Cabello y Ramos, Francisco (1701-10-5). Pinto (Toledo).
Capellán mayor. Doctor en teología. Canónigo de Burgo de Osma (1702).
- Pastor, Pedro Pablo (1716-12-28). Honrrubia (Cuenca).
Capellán mayor. Licenciado en teología. Murió en el Colegio.
- Resa Coronel, Francisco Antonio (1763-2-25). Valdeolivas (Cuenca)
Capellán mayor. Licenciado en teología. Canónigo de Cuenca.
CONCLUSIÓN
A lo largo de las páginas anteriores, he intentado identificar y contextualizar los graffiti hallados en la pared interna de la fachada monumental del Rectorado de la Universidad de Alcalá, a través de un recorrido por la historia y vida estudiantil de dicha Universidad. Poniéndolos en relación con los encontrados en otras universidades españolas, como las de Salamanca, Sigüenza, Burgo de Osma y Valladolid, que compartían la esencia de las ceremonias de investidura de los nuevos doctores universitarios.
Para ello, y teniendo en cuenta las características propias de este trabajo, mi investigación se ha circunscrito casi en exclusiva a un mero carácter bibliográfico, pues los documentos hallados en el Archivo Histórico Nacional, no me aportaban nuevos datos, a los ya localizados en el libro de Gutiérrez Torrecilla. En el que hace una relación de todos los estudiantes que formaron parte del Colegio, desde los SS. XVIXVIII.
He logrado identificar a numerosos Colegiales y Capellanes, comprendidos en estos tres siglos, que dejaron su impronta en los alféizares de las ventanas de tan insigne edificio, con el fin de hacernos llegar la memoria de su paso por él; para así dejar constancia del éxito obtenido en sus estudios universitarios. Pero en algunos casos, solo aparecían letras sueltas o algunas iniciales, por lo que se hacía realmente imposible encontrar al autor de estas inscripciones, sin caer en la mera invención.
Por otro lado, durante la toma de datos para mi posterior investigación, comprobé que había algunos nombres inscritos en la primera ventana de la Conserjería, y que fueron pintados tras una de las últimas restauraciones del edificio, que no encajaban con los signos que aparecían en los calcos que realicé de ellos. Asimismo tampoco correspondían a ningún alumno de la época objeto de mi estudio, por meras variaciones ortográficas y morfológicas; lo que me llevó a realizar una nueva toma de datos más exhaustiva, que dio como resultado el descubrimiento de ciertos errores en algunos de estos nombres, fruto de la subjetividad en la interpretación de las incisiones por parte de la persona encargada de pintarlas.
El resto de signos y nombres que yo no he podido descifrar, debido a mi falta de formación en esta materia y al corto período de tiempo en el que se deben realizar estos trabajos de doctorado, quedan emplazados a futuras investigaciones en las que, a través de los expedientes personales de los estudiantes, y de un estudio más exhaustivo por parte de un paleógrafo, sin duda darán resultados más óptimos.

BIBLIOGRAFÍA

FUENTES MANUSCRITAS
A.H.N.:
· AHN Univ. Leg. 2, Carpeta 4 nº 2
· AHN Univ. Leg. 525-3, nº 29
· AHN Univ. Leg. 537-4, nº 46
· AHN Univ. Leg. 538-1, nº 3
· AHN Univ. Leg. 510-2, nº 10
· AHN Univ. Leg. 30-2
· AHN Univ. Leg. 535-3, nº 19
· AHN Univ. L- 1146
· AHN Univ. Leg. 543-1, nº 7

FUENTES BIBLIOGRÁFICAS

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Capellanes del Colegio Mayor de S. Ildefonso de la Universidad de Alcalá (1508-1786), Alcalá de Henares, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Alcalá, 1992.
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· www.portalfuenterrebollo